La técnica consistió en dibujar sobre la cartulina negra y, con la ayuda de punzones, los alumnos dieron forma y textura a sus creaciones. Este proceso no solo permite desarrollar la creatividad, sino que también ayuda a mejorar la motricidad fina y la concentración, ya que el trabajo con el punzón requiere precisión y paciencia.
Al final, cada trabajo fue único, reflejando el estilo y la imaginación de cada estudiante. Además, ver sus dibujos “iluminarse” a través de los pequeños agujeros fue una experiencia mágica, perfecta para el espíritu de Halloween.
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